jueves, 10 de octubre de 2013

Inmaculada Camacho López: La cólera





Inmaculada Camacho López: La cólera

Inmaculada Camacho López (Carpio del Tajo 1961, Toledo) con su primer poemario, titulado La cólera, resultó merecedora del premio de poesía Joaquín Benito de Lucas en su XXVII convocatoria, premio que compartió con Carlos Izquierdo y por su poemario Cuaderno de instantes. Ambos libros ha sido editados en la Colección Melibea por el Ayuntamiento de Talavera de la Reina.


En la solapa interior de este poemario nos dice Cristina González Suarez que  Desde las primeras imágenes, contenidas en el título, este poemario fluye serenamente como un discurrir imperecedero que se expresa a sí mismo en la confesión “universal”  donde la propia autora, a su vez, se expresa y se confiesa. (…) La cólera es una obra pequeña de gran alcance. Rica en matices entre lo terrenal y lo sagrado, equilibrada y tenaz, con el tiempo preciso de maceración para ser degustada.
Inmaculada Camacho López es Licenciada en Filología Hispánica por la Universidad Complutense, vive  desde su infancia en Madrid y trabaja como profesora de Lengua Castellana y Literatura en el I.E.S “Barrio de Loranca” de Fuenlabrada donde además coordina el “Plan de fomento de la lectura”  y administra el blog de la biblioteca.

Con una Invocación abre sus páginas este libro: Canta, diosa, la furia inapelable, / la hostilidad, la insidia, la codicia, / la ambigüedad funesta  / de aquel que avanza sobre pies ligeros / y jamás retrocede / y ya viene pisando tus talones. // Aunque el canto te amargue, / aunque te hiera irrestañablemente, / canta, ma pauvre muse, / la cólera del Tiempo.

Una invocación que nos advierte que tras ella vamos a encontrar  cantos de rabia, de decepción, de búsquedas, de plegarias de deseos intemporales, cantos humanos de desesperación y de sueños.  La autora lo ha dividido en cuatro apartados o secciones. Cuatro “tempos” en los que parece invitarnos a comprobar que el tiempo, inexorablemente,  nos deja ver que vivir es un perder lo ya vivido, dejar atrás un tiempo que nunca volverá (sólo la memoria lo rescata pero la memoria, que es la materia de los sueños, selecciona y nos muestra lo que quiere del tiempo sucedido) ya lo decía don Antonio Machado Se canta lo que se pierde. Inmaculada Camacho López con desesperación e impotencia, descarnadamente, nos muestra esa pérdida en el primer “Tempo”: Ten cuidado. No vayas a volver / como vuelven al nido / las tercas golondrinas de tu infancia. Y entretanto, consciente del tiempo y su andadura nos dice: Este desordenado anfiteatro / de papeles marchitos en la mesa, / esta taza de té, / este viento asediando las ventanas, / este jardín o torre o laberinto, / esta ambigua moneda, / este pobre botín, estos despojos, / este fruto maduro  –putrefacto– / de la mediana edad.

Y a pesar de este canto desesperado inicia la búsqueda de sí en un tiempo ya extinto y ese milagro de la materia de los sueños que es la memoria evoca jardines, fados, ciudades, ríos, y como con las canciones de la portuguesa Dulce Pontes se le inunda la tarde de saudades.

Y estas saudades producidas por los incesantes recuerdos de un tiempo perdido la llevan a escuchar las ruinas del cielo de los dioses cernudianos como introito del  lugar donde la música callada latía en el poema,/ acechaba en el verso / aguardaba a que Juan de Yepes, con su llama sagrada de amor vivo, escuchara la plegaria, el rezo el deseo unitivo de la  luz, en el sueño de detener el tiempo  de atraparlo como una jacilla que fija su huella eterna.

El sueño del hombre de perpetuarse  camina por el apartado cuarto y último y se inicia con una cita de José Hierro que dice: La poesía  es como el viento, / o como el fuego, o como el mar. El sujeto poético se desploma en el poema y confiesa, especula,  interroga, sobre la validez del canto, del poema, de la palabra en el tiempo y concluye con un rito que le parece inútil, estéril, en ese afán de querer atrapar el tiempo a través de la palabra, de hacerla intemporal, viva por siempre, de perpetuarse en ella: Siempre el mismo temblor, / la misma ceremonia/ para decir lo mismo que dijiste / y otros –mejor que tú– dijeron antes / y habrán de repetir en el futuro / aquellos que aún encuentren / un vestigio de luz en las palabras.
  
La cólera,como dice Cristina González Suarez, es una obra pequeña de gran alcance.

Inmaculada Camacho López también  ha sido galardonada con el premio “Río Ungría” de la Diputación de Guadalajara y el “Ángel González” del Ayuntamiento de Oviedo, supongo que por sendos poemas. Ha participado en publicaciones colectivas y colabora en distintas revistas digitales y blogs.




2 comentarios:

I. CAMACHO dijo...

¡Qué agradable sorpresa, Manuel! Pensaba que sólo mis familiares y mis amigos habían leído este libro. Muchísimas gracias por tu amable comentario. Con tu permiso, lo pongo en mi blog. Y te sigo. Un abrazo.

blog del poeta Manuel López Azorín dijo...

Para I. Camacho: suele suceder, pensamos que sólo nos leen los más cercanos y no se nos ocurre pensar (soñar tal vez sí) que también nos leen más allá del entorno. Enhorabuena por tu libro.
Saludos