lunes, 25 de febrero de 2013

Marisa de la Peña: Esa helada verdad de la belleza




Marisa de la Peña (Marisa Peña): Esa helada verdad de la belleza
Este libro, presentado también el 9 de febrero en el Centro Cultural Blas de Otero de "Sanse" por mi y, anteriormente en la FNAC de Callao por el poeta  Miguel Ángel Yuste, es motivo de reflexión ahora en esta entrada.



María Luisa de la Peña (más conocida en las rede sociales por Marisa Peña), cita a Ángela Figuera  como fuente, referencia, idea de su libro. Esa helada verdad de la belleza (Editorial Quadrivium. Girona,2012), un libro, prologado por Miguel Ángel Yusta y con epílogo de Laura Gomez Recas, que se abre con un poema de Ángela Figuera que dice: Que me perdonen todos este lujo,/ este tremendo lujo de ir hallando / tanta belleza en tierra, mar y cielo, / tanta belleza devorada a solas,/ tanta belleza cruel, tanta belleza.

Maria Luisa de la Peña nace en Madrid en 1969. Licenciada en Filología Hispánica por la especialidad de literatura en la Universidad Complutense de Madrid, ejerce como profesora de lengua española en un Instituto ( IES María Zambrano) Es miembro del grupo poético Verbo azul, colabora y publica en diferentes revistas , como la digital Tiempos modernos, y es la autora de dos blogs: Enredando palabras y Los papeles de Claudia.

Maria Luisa de la Peña, me parece a mí, crea su poesía desde la necesidad, desde el humano afán de ser fiel a la memoria de la fuente que le dio su primera agua, su primer sueño, su primera lección para saber vivir con ética y escribir con ella y con estética. Laura Goméz Recas nos dice en el epílogo que: Es la propia escritura quien la desvela como el último reducto espiritual que nos queda. Los últimos versos del libro son el certificado íntimo que nos asegura que sólo ahí reside el verdadero humanismo.



En su poesía, de testimonio vital, reflexiva y hermosamente  machadiana en su tono (se canta lo que se pierde nos dejó escrito don Antonio Machado) Y esta mujer, esta poeta que  pertenece a diferentes asociaciones que luchan por la recuperación de la dignidad y la memoria histórica de los perseguidos y silenciados durante la dictadura,  con varios libros ya publicados, nos llega ahora con Esa helada verdad de la belleza donde el sujeto poético escribe desde la pérdida, con la emoción y la tristeza del irrecuperable tiempo sucedido, que decía Rafael Montesinos, pero con la certeza de que, a pesar de enfrentarse a la belleza cruel de Ángela Figuera Aymerich “tanta belleza devorada a solas”, le sirve para reafirmar su necesidad vital de buscar esa belleza que, incluso en las peores situaciones, nos muestra su luminosa cara. Y a de la Peña la llega esa belleza, que le sirve y le salva, con la luz de la palabra.


Frente a la nostalgia, la tristeza, el desánimo, el cansancio, el desamor… ofrece la búsqueda de la luz de la alegría, la esperanza, la fuerza, la valentía, en definitiva el amor. Amor por la vida, por el tiempo vivido, por los seres queridos, todo ello reflejado en el acto de vivir, de sentir, de pensar, de crear, de escribir poesía, porque a Maria Luisa de la Peña la poesía le nace de todas las fuentes y bebe de ella con la necesidad de saciar su sed de palabras, su búsqueda de certezas, y de dudas, como bálsamo y como bandera.
Y es que la poesía le nace de fuego y fragua , ahí se forja la palabra y le nace de corazón herido y voz serena, y ahí se alimenta la palabra , y le  nace de ceniza y de luz y así nos deja olvido o nos acerca la espuma del espíritu de la perfección, y le  nace de viento y alma y por el viento se da al aire la voz para que sea de todos y la sepan todos, como decía Claudio Rodríguez, y de alma, porque si nace verdadera se queda en otras almas igual que una mañana y una tarde.



De derecha a izquierda Rafael Soler, Laura Gómez Recas, María Luisa de la Peña y Miguel Ángel Yusta durante la presentación de  Esa helada verdad de la belleza en la FNAC de Callao. Madrid

Miguel Ángel Yusta dice de ella en el prólogo que es una poesía de lo inconforme, de lo vital, del afán y las ansias, de la necesidad.

María Luisa de la Peña es una poeta comprometida con el tiempo que le toca vivir, comprometida con la memoria que le han legado, comprometida con el futuro que sueña (se hace camino al andar, nos decía el maestro) Una memoria que algunos pretender diluir, olvidar y que ella nada conforme con esta idea, lucha con la palabra para que la memoria, tan necesaria, permanezca viva, en lo personal y en lo colectivo.



De manera que en esta pérdida, la de la infancia, la verdadera patria del hombre que dijo Rilke, nos la muestra la autora en los dos primeros apartados del libro titulados Los años irreparables y Jardines. Los dos apartados siguientes, La luz herida y Las esquinas del tiempo son la búsqueda, en tanto se afronta y se reconoce el dolor de la pérdida y también, a pesar de todo, la helada belleza que esconde. Aquí el sujeto poético reflexiona y aprende de lo vivido.

En el apartado quinto, El hombre gris en la niebla, hay un homenaje a Cernuda y a la soledad del ser humano. Humano que se refugia y reconoce en La nieve, el apartado séptimo, porque la belleza, la necesidad de sentirla con nosotros, es la única manera de  sentirnos vivos, porque esa belleza nos ofrece lo verdadero (con todo el dolor y la crueldad con que a veces se manifiesta), y lo verdadero es la demostración del ser en sí mismo, ser y estar, coherente y consecuente con el dolor y la alegría, con la ética y con la estética, ser uno, una, mismo y en el caso de la poeta que nos ocupa, ser, también, para llegar a la palabra, para amasarla en la artesa de la vida, para dar forma al pan que alimente, leído ya, el cuerpo y la conciencia. Una poesía de necesidad y necesaria.

Así me parece a mí, una poesía donde el tiempo perdido muestra la belleza que tras el dolor asoma, y no es condena porque da olor y sabor y color al tiempo, a la tristeza, y permite seguir la búsqueda, la senda, con la sombra y la luz en el poema, de quien vive, de quien sueña, de quien escribe la vida mientras camina a ras de tierra a veces y, a veces, en altura vuela. Y siempre con la palabra clara, precisa, con la palabra verdadera que toca los sentidos.

Manuel López Azorín

1 comentario:

Isolda Wagner dijo...

Es un maravlloso libro de poemas. Me parece una joya, lo sigo teniendo en la mesilla y leyendo en voz alta. "Esa helada verdad de la belleza" ¿Se puede decir más bonito?.
Besos, siempre